lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Quién ha conseguido hacer pompas con jabón sin glicerina? (Who has managed to do without glycerin soap bubbles?)

En éste momento, estoy pensando en las pompas de jabón.  Cualquiera que en los últimos meses haya disfrutado de Ferias con niños se habrá preguntado qué tiene el líquido de las pompas de jabón que venden los chinos.  ¿Cómo se pueden conseguir tantas pompas y tan grandes, tan vistosas y tan resistentes?  ¡Estos chinos!  Yo debo haber sido de las, no pocas, que, con gran curiosidad sobre la materia, he investigado en internet, a través de buscadores, foros, blogs, etc, sobre el kit de la cuestión.  El porqué el jabón que yo utilizo no ofrece las mismas prestaciones que el líquido que venden los chinos si antiguamente, además, no teníamos chinos cerca que nos lo vendieran y, aún así, todos jugábamos con pompas de jabón.
La respuesta a mi incógnita prometo dárosla, no antes de contaros una historia, como es de recibo en este blog (cuentacuentos-storytelling).  Porque en esta ocasión, me dirijo, principalmente, a quienes, desde la distancia de la PROFESIÓN PERIODÍSTICA, a través de las #redessociales, y como consecuencia del debate generado por la entrada en el blog de David Jiménez bajo el título: “Putas y periodistas” (http://davidjimenezblog.com/2011/12/01/putas-y-periodistas/), en el preámbulo de los premios #ondas 2011, quieren saber y se presentan, en el twitter, interesados por ejercer de periodistas detrás de #gratisnotrabajo, igual que yo pretendo hacer pompas con jabón que no sea de los chinos. 
En los años en los que yo empecé, el debate no alcanzaba tales cotas de agravio, deshonra, perjuicio ¿quién iba comparar a los periodistas con las putas?  También es verdad que, hoy en día, entendemos la prostitución desde una visión mucho más amplia y sin tantos tapujos.  En aquellos tiempos, el debate surgía en el seno de las prácticas en empresas.  Pues bien, en un tiempo en el que los estudiantes, o recién graduados, se ofrecían a las empresas para realizar sus prácticas allí y, así, adquirir competencias, contactos y experiencia (tendencia heredada, posiblemente, de la industria cinematográfica y comparable a los llamados “meritorios” del celuloide) yo hice prácticas en empresas, de las de dos tipos: gestionadas por convenios y sin ellos.
La consecuencia de las primeras fueron contratos en RTVA y RTVE, de las segundas, lo resumo brevemente.  Me ocurrió en una productora audiovisual: me llamaron ellos para ofrecerme un contrato de sustitución de un compañero que dejaba la empresa.  En lugar de período de prueba, por el contrato, tenía que asumir yo el bagaje de mis inicios.  Aquél compañero me enseñó lo que él hacía en la empresa.  Mi carácter emprendedor me llevó a proponer, documentar y crear una propuesta de programa para un segundo canal, nacido en aquellos tiempos, de la Televisión Autonómica del lugar.  El mérito no fue sólo mío: fue un trabajo en equipo.  La única que estaba en prácticas era yo, pero participaron un realizador más un compañero cámara-montador, así como, conductor de la furgoneta de la empresa, sendos contratos basura. 
Después de varias semanas en prácticas, de haber desarrollado las funciones en sustitución del que ocupaba ese lugar, pero contratado, de haber presentado la propuesta de programa y habiendo sido aceptada, el dueño de dicha productora, pretendía que ese mismo equipo asumiera el volumen de trabajo actual más el que generaría el desarrollo del programa, por supuesto, en mi caso en prácticas… creo que estaba realmente contento conmigo.  Con toda la dulzura que me caracteriza le plantee que ya el equipo trabajaba de 9:00 a 19:00 horas, con hora para comer, y, en ocasiones, ampliaban su horario hasta las 3 y 4 de la madrugada para finalizar el trabajo publicitario, básicamente, al que se dedicaba la empresa, hasta entonces y, en la propuesta del programa aceptado por la televisión autonómica, se contemplaba la contratación de nuevo personal: tuve por respuesta la sonrisa más déspota que nadie me ha regalado nunca.  Seguidamente, al conocer mis intensiones de dejar las prácticas, me amenazó con que en el sector todos nos conocíamos y las recomendaciones tenían mucho valor, a la par que la reputación, en las nuevas redes sociales.  Aún así, me fui. 
No sé cómo se sienten las putas pero abandonar ese proyecto, reconocer mi error al prestarme para esas prácticas y, generosamente, ofrecer lo mejor de mí, me hizo sentir mucho dolor.  Tanto fue así que, mi padre, sorprendentemente para toda la familia, especialmente para mí, porque nunca se prodigó en halagos, me llamó para mostrarme lo valiente que había sido en tomar la decisión de abandonar; desde que nacemos nos enseñan a pelear para ganar, con suerte, a caer y a levantarte, pero nunca abandonar.
Pues bien, tuve mi recompensa: me llamaron para trabajar con un contrato de sustitución en la televisión autonómica.  A los pocos meses, en TVE.  Soy nacida de las prácticas, las de empresa y las que le dan nombre al trabajo gratuito.  Éste es el debate que polarizaba a los compañeros, en aquél tiempo.  Cuento lo que he vivido y cada cual que saque sus propias conclusiones.  Yo, al igual que vosotros, me pregunté cómo se inspecciona el cumplimiento fiel de los convenios de colaboración entre las productoras audiovisuales y las televisiones, en este caso, públicas.  ¿Cuáles son los mecanismos de control del presupuesto aceptado y pagado por la pública a las empresas privadas?  Me hice muchas preguntas, reconozco, al ver la emisión del programa en cuya propuesta yo había empujado mientras le trabajaba gratis a ese estafador, estafador social y de todos.  A sabiendas, encima, del beneficio económico y profesional que él estaba obteniendo a costa de dos contratos basura y otros tantos en “prácticas”, mientras en el convenio figuraba más de una decena de contratos con condiciones laborales bajo convenio colectivo de la autonómica.
Una vez en la empresa pública, encontré de todo.  Me manifiesto defensora de la televisión pública como garante única del derecho constitucional de los españoles al libre acceso a la información veraz, plural, bla, bla, bla… Lo que se recriminan unos políticos a otros cada vez que se cambian el bastón de mando.  Me manifiesto defensora, decía, porque supone el único espacio en el universo profesional del periodismo gestionado en pro de dichas premisas, y no con fines empresariales, de consumo y/o poder mediático, como constructores de “la opinión pública”.  Es el único espacio, en el que un profesional puede y debe negarse a firmar algo que considere contrario a ese derecho reconocido en nuestra Constitución Española, cuyos contextos conviene, e invito a, recordar de vez en cuando (http://noticias.juridicas.com/articulos/00-Generalidades/200703-5102003278491354578.html)
No voy a esconder lo negativo, de las prácticas para la empresa pública, recuerdo algún sindicalista que, en las fiestas de despedida, ofrecía drogas y contratos a las becarias a cambio de favores sexuales, era sobradamente conocido entre los compañeros.  En mi caso, desconozco por qué no me los ofreció a mí pero en ningún momento me puso en dicha tesitura.  Alguna compañera cotilleaba con dicho anécdota, no obstante.  Si alguien me pregunta por los sindicatos: me afilié a uno, pocos días antes de su período electoral, cuando se juegan la posición a ocupar.  Me afilié porque consideré que, en todas las circunstancias, me informaron del plus que, sin obligación, le regalaba a la empresa: cambios de turnos, ampliación desmesurada de jornadas, resolución de marrones que otros escurrían en mi favor, polivalencia en áreas fuera de las establecidas en mi contrato, así como, contraer responsabilidad superior a mi categoría laboral.  Y la información nos hace libres para decidir ¿no es verdad?
En mi caso, fui muy pretendida por los distintos sindicatos existentes en aquellos años, posiblemente porque a mí me escuchaban el resto de contratados, en mí confiaban.  Me decidí no por las siglas sino por las personas que lo formaban.  No me prometieron nada ni me ofrecieron nada,  mas llegue a sentir que éramos un equipo, a veces, sin límites entre lo profesional y lo personal.  Si algo tiene que saber el interesado en la profesión sin conocerla es que, en ella, compartes vida y valores, como enviado especial a un conflicto bélico, transmitiendo terremotos, incendios y otras catástrofes o, sencillamente, informando sobre los derechos y deberes de los trabajadores en una empresa pública de televisión.
Formé grandes equipos: dentro de la empresa y fuera.  Se hicieron famosas las comidas que preparábamos en nuestros hogares, con una treintena de asistentes.  Encontré compañeros que compartieron conmigo todo, ellos sí que fueron generosos.  Incluso su soledad.  Otra gran verdad, en sombras, que oculta esta profesión es la falta de disponibilidad para vivir; la disponibilidad en su totalidad es entregada a la empresa, te la pague o no.  Me promocionaron en proyectos increíbles, de los que profesionalmente dejan huellas y me acompañaron en mis errores y en mis aciertos.  ¿Se puede pedir más?
Igual que me afilié a un sindicato exploré mil y un mundos que se presentaban ante mis ojos.  Las ofertas laborales diferían de mi formación académica así que invertí buena parte de mi retribución en la especialización.  Lo mismo hacía y deshacía maletas por trabajo que para presentar exámenes durante mis vacaciones.  Aposté muchas veces y, muchas veces, gané.  Conseguí, incluso, lo más difícil en este mercado: cambiar la reputación, la imagen de una marca, es el caso, de un municipio.  En muy poco tiempo, además, y sin apenas recursos.  A base de trabajo, esfuerzo, empeño.  Abanderada sin equipo, pero con mucha verdad.  ¿Quién desprecia el chocolate con churros y porras de Adolfo?  Pues eso.
También, no sé cómo expresarlo, digamos “colaboré” en la Agencia pública de noticias EFE como corresponsal de pueblos.  Aún guardo el carné.  Me pagaban seis euros por noticia y dos euros más si les gustaba la foto que enviaba.  El editor de la provincia era quien me solicitaba la información en cuestión y yo se la desarrollaba.  Ponía el equipo y el coche.  El director de la oficina, explícitamente, me recomendó que no me diera de alta de autónomo para rentabilizar el trabajo, pues en el ámbito periodístico así se hacían las cosas, me aseguró.  ¿Quién soy yo para dudar el conocimiento que tiene el director de EFE en Andalucía sobre el ámbito periodístico?  Nunca supe si se pagaban las noticias que se enviaban, que eran retransmitidas o aquellas compradas por los clientes de EFE.  Algo de descontrol debía haber porque siguieron mandándome facturas aún después de haberlo dejado.  Lo dejé porque me hizo falta un certificado de “colaboración” para acreditar experiencia en una bolsa de trabajo y me lo negaron en Madrid.
Para esa bolsa tampoco pude acreditar el tiempo que estuve al frente de un departamento de prensa de un Ayuntamiento de más de 40.000 habitantes.  Me repito: abanderada sin equipo, porque todo dependía de mí.  Resulta que mi contrato era de libre disposición.  Un nombramiento directo del Alcalde.  Mi jefe me pidió que lo admitiera para evitar los procedimientos estándar de contratación pública que, en definitiva, ralentizara mi contratación.  Mucho después supe que, ese Ayuntamiento, ya contaba con un periodista en nómina y cuando le pregunté por qué no hacía él ese trabajo desveló mi ingenuidad al recordarme que él estaba mucho más tranquilo con horario de 8:00 a 15:00 horas transcribiendo los plenos grabados.
Pues bien, este es el ejercicio del periodismo que yo conozco.  Esos son los escenarios, los actores, el guión.  Si fueron putas o periodistas, si lo fui yo, juzgadlo cada cual.  Pero que otros periodistas, ostenten el cargo que ostenten en estos momentos, no me vendan motos sin ruedas bajo el TT #notrabajogratis porque ese debate huele a rancio, huele a reclamo de un sillón todavía caliente.  El sillón que deja un libre designado a otro libre resignado del nuevo Presidente.  No soy mayor, más grande, más fuerte, con más confianza en mí y mis decisiones.  Y, como comentaba, un excompañero en el blog antes mencionado: ahora soy libre para trabajar de puta o de periodista. 
O, como se ha comentado en el facebook, en un supermercado o de comercial en cualquier ámbito.  Decidid vosotros si el periodismo no se ha convertido en el mercado de compra y venta de noticias, de reputación y limpieza en profundidad, de opinión pública.  ¿Dónde quiero llegar?  Donde estoy.  La respuesta a las pompas con jabón está en el titular. 
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Ri7-vnrJD3k
En resumen, van a por los periodistas y su sostén, los técnicos y colaboradores, a por los seguidores, a por un barco llamado INFORMACIÓN.  La herida está abierta, sagra, duele, mas me quedo con las ganas, las ganas de seguir intentándolo porque, a pesar de todo, estoy segura que ningún tiempo pasado fue mejor, todo lo contrario: hay tanto por hacer que, lo mejor está por venir y está en nuestras manos.